Ayer tuve un día particularmente pesado. Tuve que hacer algunas cosas temprano en tribunales, luego preparar unos documentos, y en la tarde quedé en el habitual trance que dura horas, esperando mi turno para el examen de Derecho Penal Especial (último derecho penal de la carrera, y que felizmente aprobé, marmotita). Como fue una jornada cargada de actividades, y estuve todo el día, cómo explicarlo... con la idea presente en la mente respecto al examen, no andaba de muy buen humor. No es que me ponga agresivo o tenga menos paciencia, mi mal humor simplemente consiste en tener menos chispa que lo habitual, pero en esta ocasión, sí tenía ganas de descargar rabia contra algo, pero era imposible. Temprano, al salir de casa, planifiqué todos los viajes que tendría que hacer, y me di cuenta que no quedaría espacio para regresar a casa a almorzar, así que tarjé mentalmente la ida a comer en la agenda, y se descomprimieron notablemente los espacios disponibles para que pudiera, entre actividad y actividad, repasar un poco, pensando siempre en el famoso examen.
Así que pensé, bueno, una buena parte del día la voy a pasar de micro en micro, asi que ahí aprovecho de repasar un poco.
Subo a la primera micro, feliz con mis papeles, y me siento, después de pagar, intento leer algo de mis papeles, pero es imposible... El reggetón invade mis tímpanos a un volumen tan molesto que me impide la concentración en el delito de secuestro... Miré más atrás, y habían asientos, así que me alejé de la parte delantera de la micro, que era donde el chofer tenía su fiestecita diurna. Me senté en el último asiento, donde igual se escuchaba el reggetón, pero un poquiiiito más despacio, y además el ruido del motor lo amortiguaba un poco más. Me pongo a leer, y de repente, se baja el volumen de la música "ohh que buena, ando con suerte hoy", pensé... Y no, no era suerte, se subió un cantante a la micro, y "¡oh, la humanidad!" se fue DERECHITO al asiento al lado mío, para ponerse a cantar una mezcolanza de canciones incompletas... Recordé la vena en la frente de mi amigo Arnold el otro día, así que mejor guardé los papeles. Al menos era más tolerable que el reggetón, que el chofer bajó de volumen, para que sus pasajeros no quedaran inconcientes por la sobrecarga auditiva de ambos ataques de audio.
La misma situación, se repitió como 5 o más veces durante el día, salvo que el lugar del cantante lo ocupaba a veces alguien con unas tapitas o tarros, otros que se subieron con guitarra y zampoña (estos al menos si se podían escuchar, si trataron de tocar algo de música), o simplemente era alguien que cantaba a capela.
El reggetón a veces lo reemplazaba algún baladista centroamericano (que cantan como gatas en celo, o gimiendo como que fueran no se qué cosa), o en otras micros el repertorio incluía bailantas y cumbias villeras argentinas.
Como estudiar en la micro quedó descartado, hice algunas observaciones mentales respecto a la música en las micros:
-Los únicos géneros permitidos por el gremio, en Temuco y por ordenanza cuya infracción se castiga con pena de muerte, son reggetón, cumbia, bailanta, o baladas lacrimógenas cantadas por cantantes con inclinación sexual dudosa. Cualquier otro género musical deberá ser denunciado y castigado con todo el rigor de la ley. El micrero que no ponga esta música, o que ponga otro tipo, será apedreado por sus colegas en la plaza de armas.
-Cada género a su vez, tiene una uniformidad que hace pensar en teorías de conspiración tipo Archivos X... Un reggetón tras otro, parece la misma canción, sólo cambiando un par de palabras... Si pudiera reproducir la percusión de cada género mencionado, creo que escucharía la misma canción, una y otra vez (ts ts ts!, ts ts ts!, ts ts ts! Haz el ejercicio de repetir esto con tus labios, y sabrás a qué me refiero...) La única excepción (parcial) son las baladas, pero que al final, de algún modo se las ingenian para ser igual de desagradables que los otros tipos de música. Puro llanto y tragedia, yo creo que después de cantar sus penas, estos cantantes se tiran al río con una roca atada al cuello.
-Aunque el chofer esté convenientemente sentado EN FRENTE o AL LADO de los parlantes, estará obligado por ley a poner el volumen de la radio a un nivel tal, que hasta el tipo que ya se haya bajado de la micro, siga escuchando la porquería de música un par de metros más allá de dejar la micro.
-Los cantantes que suban a la micro, tendrán derecho a interrumpir cualquier actividad que los pasajeros pacíficamente estén haciendo, incluyendo, y en especial, hasta la capacidad de pensar de los mismos. En esto pondrán su máximo esfuerzo, gritando la letra de sus canciones, si es necesario, para asegurar que nadie pueda ignorarlos, ni siquiera los que inocentemente (como yo) nos pongamos los audífonos en un vano intento de acallarlos en nuestras mentes. Por supuesto, que se sepan la letra de lo que cantan, o que hagan un pequeño esfuerzo por afinarse, no es necesario, da lo mismo.
-Cuando un pasajero se suba sin nada importante que hacer o pensar, el chofer podrá operar su función sin música, y podrá negarse a que suba cantante alguno a la micro...
Tú te quejas del metro allá en Santiago, marmotita, pero al menos ahí no suben a cantar (me imagino que quedaría la media cagada), ni ponen música invasiva a todo chancho en los vagones.
Así que pensé, bueno, una buena parte del día la voy a pasar de micro en micro, asi que ahí aprovecho de repasar un poco.
Subo a la primera micro, feliz con mis papeles, y me siento, después de pagar, intento leer algo de mis papeles, pero es imposible... El reggetón invade mis tímpanos a un volumen tan molesto que me impide la concentración en el delito de secuestro... Miré más atrás, y habían asientos, así que me alejé de la parte delantera de la micro, que era donde el chofer tenía su fiestecita diurna. Me senté en el último asiento, donde igual se escuchaba el reggetón, pero un poquiiiito más despacio, y además el ruido del motor lo amortiguaba un poco más. Me pongo a leer, y de repente, se baja el volumen de la música "ohh que buena, ando con suerte hoy", pensé... Y no, no era suerte, se subió un cantante a la micro, y "¡oh, la humanidad!" se fue DERECHITO al asiento al lado mío, para ponerse a cantar una mezcolanza de canciones incompletas... Recordé la vena en la frente de mi amigo Arnold el otro día, así que mejor guardé los papeles. Al menos era más tolerable que el reggetón, que el chofer bajó de volumen, para que sus pasajeros no quedaran inconcientes por la sobrecarga auditiva de ambos ataques de audio.
La misma situación, se repitió como 5 o más veces durante el día, salvo que el lugar del cantante lo ocupaba a veces alguien con unas tapitas o tarros, otros que se subieron con guitarra y zampoña (estos al menos si se podían escuchar, si trataron de tocar algo de música), o simplemente era alguien que cantaba a capela.
El reggetón a veces lo reemplazaba algún baladista centroamericano (que cantan como gatas en celo, o gimiendo como que fueran no se qué cosa), o en otras micros el repertorio incluía bailantas y cumbias villeras argentinas.
Como estudiar en la micro quedó descartado, hice algunas observaciones mentales respecto a la música en las micros:
-Los únicos géneros permitidos por el gremio, en Temuco y por ordenanza cuya infracción se castiga con pena de muerte, son reggetón, cumbia, bailanta, o baladas lacrimógenas cantadas por cantantes con inclinación sexual dudosa. Cualquier otro género musical deberá ser denunciado y castigado con todo el rigor de la ley. El micrero que no ponga esta música, o que ponga otro tipo, será apedreado por sus colegas en la plaza de armas.
-Cada género a su vez, tiene una uniformidad que hace pensar en teorías de conspiración tipo Archivos X... Un reggetón tras otro, parece la misma canción, sólo cambiando un par de palabras... Si pudiera reproducir la percusión de cada género mencionado, creo que escucharía la misma canción, una y otra vez (ts ts ts!, ts ts ts!, ts ts ts! Haz el ejercicio de repetir esto con tus labios, y sabrás a qué me refiero...) La única excepción (parcial) son las baladas, pero que al final, de algún modo se las ingenian para ser igual de desagradables que los otros tipos de música. Puro llanto y tragedia, yo creo que después de cantar sus penas, estos cantantes se tiran al río con una roca atada al cuello.
-Aunque el chofer esté convenientemente sentado EN FRENTE o AL LADO de los parlantes, estará obligado por ley a poner el volumen de la radio a un nivel tal, que hasta el tipo que ya se haya bajado de la micro, siga escuchando la porquería de música un par de metros más allá de dejar la micro.
-Los cantantes que suban a la micro, tendrán derecho a interrumpir cualquier actividad que los pasajeros pacíficamente estén haciendo, incluyendo, y en especial, hasta la capacidad de pensar de los mismos. En esto pondrán su máximo esfuerzo, gritando la letra de sus canciones, si es necesario, para asegurar que nadie pueda ignorarlos, ni siquiera los que inocentemente (como yo) nos pongamos los audífonos en un vano intento de acallarlos en nuestras mentes. Por supuesto, que se sepan la letra de lo que cantan, o que hagan un pequeño esfuerzo por afinarse, no es necesario, da lo mismo.
-Cuando un pasajero se suba sin nada importante que hacer o pensar, el chofer podrá operar su función sin música, y podrá negarse a que suba cantante alguno a la micro...
Tú te quejas del metro allá en Santiago, marmotita, pero al menos ahí no suben a cantar (me imagino que quedaría la media cagada), ni ponen música invasiva a todo chancho en los vagones.
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